Las Ciudades Invisibles de Italo Calvino: Grabado en Neolite y Madera
Proceso: Tallado en Neolite
Ciudad "Valdrada"
Los antiguos construyeron Valdrada a orillas de un lago con casas todas de
galerías una sobre otra y calles altas que asoman al agua los parapetos de balaustres.
Así el viajero ve al llegar dos ciudades. una directa sobre el lago y una de reflejo
invertida. No existe o sucede algo en una Valdrada que la otra Valdrada no repita,
porque la ciudad fue construida de manera que cada uno de sus puntos se reflejara
en su espejo, y la Valdrada del agua, abajo, contiene no sólo todas las canaladuras y
relieves de las fachadas que se elevan sobre el lago, sino también el interior de las
habitaciones con sus cielos rasos y sus pavimentos, las perspectivas de sus
corredores, los espejos de sus armarios.
Los habitantes de Valdrada saben que todos sus actos son a la vez ese acto y
su imagen especular que posee la especial dignidad de las imágenes, y esta
conciencia les veda abandonarse por un solo instante al azar y al olvido. Cuando los
amantes mudan de posición los cuerpos desnudos piel contra piel buscando como
ponerse para sacar más placer el uno del otro, cuando los asesinos empujan el
cuchillo en las venas negras del cuello y cuanta más sangre coagulada sale a
borbotones más hunden el filo que resbala entre los tendones, incluso entonces no es
tanto el acoplarse o matarse lo que importa como el acoplarse o matarse de las
imágenes límpidas y frías en el espejo.
El espejo ya acrecienta el valor de las cosas, ya lo niega No todo lo que parece
valer fuera del espejo resiste cuando se refleja. Las dos ciudades gemelas no son
iguales, porque nada de lo que existe o sucede en Valdrada es simétrico: a cada rostro
y gesto responden desde el espejo un rostro o gesto invertidos punto por punto. Las27
dos Valdradas viven una para la otra, mirándose a los ojos de continuo, pero no se
aman.
Ciudad: Smeraldina
En Smeraldina, ciudad acuática, una retícula de canales y una retícula de calles
se superponen y se entrecruzan. Para ir de un lugar a otro siempre puedes elegir
entre el recorrido terrestre y el recorrido en barca, y como la línea más breve entre
dos puntos en Smeraldina no es una recta sino un zigzag que se ramifica en tortuosas
variantes, las calles que se abren a cada transeúnte no son solo dos sino muchas, y
aumentan aún más para quien alterna trayectos en barca y transbordos a tierra firme.
Así el tedio de recorrer cada día las mismas calles es ahorrado a los habitantes de
Smeraldina. Y eso no es todo: la red de pasajes no se dispone en un solo estrato, sino
que sigue un subibaja de escalerillas, galerías, puentes convexos, calles suspendidas.
Combinando sectores de los diversos trayectos sobreelevados o de superficie, cada
habitante se permite cada día la distracción de un nuevo itinerario para ir a los
mismos lugares. Las vidas mas rutinarias y tranquilas en Smeraldina transcurren sin
repetirse.
A mayores constricciones están expuestas, aquí como en otras partes, las vidas
secretas y venturosas. Los gatos de Smeraldina, los ladrones, los amantes
clandestinos se desplazan por calles más altas y discontinuas, saltando de un techo a
otro, dejándose caer de una azotea a un balcón, contorneando canaletas de tejado con
paso de funámbulos. Más abajo, los ratones corren en la oscuridad de las cloacas uno
detrás de la cola del otro, junto a los conspiradores y a los contrabandistas; atisban
desde alcantarillas y sumideros, se escabullen por intersticios y callejas, arrastran de
un escondrijo a otro cortezas de queso, mercancías prohibidas, barriles de pólvora,
atraviesan la compacidad de la ciudad perforada por la irradiación de las galerías
subterráneas.
Un mapa de Smeraldina debería comprender, señalados en tintas de diversos
colores, todos estos trazados, sólidos y líquidos, evidentes y ocultos. Mas difícil es
fijar en el papel los caminos de las golondrinas, que cortan el aire sobre los techos,
caen a lo largo de parábolas invisibles con las alas quietas, se desvían para tragar un
mosquito, vuelven a subir en espiral rozando un pináculo, dominan desde cada
punto de sus senderos de aire todos los puntos de la ciudad.
Ciudad "Zirma"
De la ciudad de Zirma los viajeros vuelven con recuerdos bien claros: un
negro ciego que grita en la multitud, un loco que se asoma por la cornisa de un
rascacielos, una muchacha que pasea con un puma sujeto con una traílla. En realidad
muchos de los ciegos que golpean con el bastón el empedrado de Zirma son negros,
en todos los rascacielos hay alguien que se vuelve loco, todos los locos se pasan horas
en las cornisas, no hay puma que no sea criado por un capricho de muchacha. La
ciudad es redundante: se repite para que algo llegue a fijarse en la mente.
Vuelvo también yo de Zirma: mi recuerdo comprende dirigibles que vuelan en
todos los sentidos a la altura de las ventanas, calles de tiendas donde se dibujan
tatuajes en la piel de los marineros, trenes subterráneos atestados de mujeres obesas
que se sofocan. Los compañeros que estaban conmigo en el viaje, en cambio, juran
que vieron un solo dirigible suspendido entre las agujas de la ciudad, un solo
tatuador que disponía sobre su mesa agujas y tintas y dibujos perforados, una sola
mujer gorda apantallándose en la plataforma de un vagón. La memoria es
redundante: repite los signos para que la ciudad empiece a existir.
Blogger Comment
Facebook Comment